Las rupturas son duras y dolorosas. Por un momento parece
que haya llegado el fin de nuestra existencia, incluso el fin del mundo.
Dejamos de respirar, de pensar y nuestro mundo de Disney perfecto se rompe en
pedazos. Haz una cosa, para un momento. Vuelve a respirar. Ahora vete en busca
del chocolate, gominolas más cercanas. Después de tableta y media aproximadamente te
darás cuenta de que el mundo aún gira, no ha llegado el final, que tú aú
n vives, no ha llegado el final de tu existencia, muerde otro bocado…
n vives, no ha llegado el final de tu existencia, muerde otro bocado…
El mundo por raro que parezca, sigue girando, con esa persona a tu lado o no.
El sueño de una media naranja a mí personalmente me da pánico. Si de verdad que
solo existe una media naranja en todo este mundo que gira y gira, lo más
probable es que entre tanto movimiento ya se haya hecho zumo. Así que muerde otro bocado de ese chocolate,
que ya otro día lo quemarás. Olvídate de tu media naranja, de tu príncipe azul
cabalgando sobre su caballo blanco y demás ñoñerías. A veces llegamos a auto convencernos que “esa” persona es la
“única” persona en este mundo, la “indispensable”, la que le da sentido a
nuestra vida, sin la cual no podemos vivir...en fin…que poco nos queremos ¿no?
Pero bueno, echémosle la culpa al momento y a que en ese instante nos
encontramos bajo lo que yo denomino “síndrome de empache del amor”. Y es que
el mundo que nos rodea nos empacha de amor. Canciones y películas en las que uno dice
morirse por el otro, finales felices donde comen perdices, etc. Hollywood nos
vende historias de amor por todas partes, ya sean románticas, de acción,
incluso en las películas de zombis los protas acaban siendo el amor perfecto,
(si es que hay tiempo para todo), y es que llega el momento en el que
confundimos realidad con ficción. Facebook, twitter, etc nos empachan con amor,
miles de pins con mensajes como “sin ti me muero”, “sin ti no soy nada” “te
quiero más que a mi vida” (esta última tiene más de 15.000 fans…patético). Parece ser que la frustración y el dolor
están de moda y hay que difundirla por todos los medios posibles. Pero no te preocupes,
el “empache de amor” tiene antídoto: Quererte
a ti mism@.
En mi película, yo soy
la prota, los demás son personajes secundarios que entran y salen dependiendo
de la escena.
Cuando te haya empezado a hacer efecto el antídoto del “empache
de amor” que tanto se difunde por ahí , te darás cuenta que esa persona, la
mejor del mundo mundial, no era lo único en el universo.
En un momento de ruptura no hay mejor compañía que tus
amigas/os que se encargarán en hacerte sentir mejor diciéndote lo poco compatibles que sois, lo cabrón/a
que fue y demás cosas que hacen amigas por amigas. El siguiente paso
será que te querrán llevar de copas. ERROR! Pisa el freno! Date media vuelta,
pilla un pack de palomitas, vete a casa y ponte algo estilo Sex and
the city. Y Aunque ellas te digan que las penas se ahogan el alcohol, que un clavo
quita otro clavo, que celebres tu soltería… se realista ¿Qué conseguirías con
una noche de copas? Lo más probable que andes buscando a ésa persona en cada
cara con la que te cruces, seguido por
el momento de “me he olvidado de ti y me encanta estar soltera, tras unos
meneos y tambalearte por media discoteca rebuscarás entre el bolso en busca del
móvil para mirar su última conexión (a pesar de haberle jurado a tus amigas que
habías eliminado su número), te seguirás meneando y tambaleando y viéndole en
cada cara con la que te cruzas, luego te irás a escondidas al baño para
escribirle un largo mensaje diciéndole lo mucho que le odias, que te estás
olvidando de él, etc para despedirte con un “te quiero” , mensaje que enviaras
y te arrepentirás, quizás no esa noche, pero si al día siguiente . (Espero que
inventen pronto un smarphone inteligente de verdad, que se bloquee en este tipo
de situaciones extremas con un aviso de “yo si tu no mandaría esto, vuelve a
intentarlo en otro momento”). Y si después de tanto meneo y tambaleo por la
discoteca encima tu mente desvaría y acabas con ese simpático que empezó a ser
guapo tras tu quinta copa ya tienes una de esas historias que jamás le contarás
a tus nietos. Así que seamos realistas. Un clavo no se quita con otro clavo, si
acaso aquellos clavitos pequeñitos, de esos que apenas se notan. Pero cuando es
un clavo de verdad, cuesta quitarlo incluso con unos alicates de la Nasa.
Así que mejor quédate en casa, que fiestas habrán de sobra. Pilla peli-manta-sofá (nada de pelis
romanticonas que no queremos acabar entre un charcón de lagrimones) y mañana
será otro día.